¿Soria?
Sí, esa de la que siempre dicen que está vacía.
Y nosotras fuimos a comprobar qué había de cierto.
Spoiler: está llena.
Llena de historia, de paisajes que no te esperas y de pueblos con más personalidad que muchas capitales juntas.
No fuimos buscando titulares.
Fuimos buscando eso que no sale en las guías, pero se te queda grabado.
Y como aquí lo que se ve se cuenta, te traemos nuestra ruta por Soria con todo lo que, de verdad, merece la pena.
Y sí, vas a ver que hay vida más allá de Numancia.

1. Cañón del Río Lobos: Naturaleza sin trampa ni cartón.
Hay paisajes que parecen diseñados para dar envidia por Instagram, y luego está el Cañón del Río Lobos.
Un desfiladero de piedra caliza que no necesita filtros ni poses de espaldas para impresionarte. Aquí el postureo lo ponen los buitres leonados, que sobrevuelan tu cabeza con cara de “Otro urbanita flipando con el campo”.
Hay varias rutas para recorrerlo, pero si solo vas a hacer una, que sea la que llega hasta la ermita templaria de San Bartolomé.
Te lo decimos ya: El entorno parece sacado de una película medieval con presupuesto.
Rocas gigantes, cuevas, vegetación salvaje y ese silencio que solo se rompe con tus pasos… o con algún “Maaaaaadre mía” involuntario.
Es una caminata fácil, ideal para quienes quieren naturaleza sin necesidad de botas técnicas ni GPS.
¿Y lo mejor?
Que te llevas un chute de paisaje épico sin salir de Castilla y León.





2. La Laguna Negra: El lugar donde la imaginación se te va de excursión.
A ver, que no se llame “Laguna Rosa con flamencos” ya te da una pista.
La Laguna Negra es otra cosa.
Es misterio, leyenda, frío en la cara y árboles que no se acaban nunca.
Y sí, también hay agua. Oscura, profunda, con ese pensamiento de: “Aquí no me meto ni aunque me paguen”.
Está en plena Sierra de Urbión, y solo el camino hasta llegar ya merece la pena: curvas, pinos, altura y ese momento en que el móvil deja de tener cobertura y tú respiras más hondo.
La laguna está rodeada de paredes verticales que parecen construidas con bloques de piedra por gigantes cabreados. Y aunque dicen que no tiene fondo (hola, leyenda) lo que sí tiene es un ambiente que te atrapa.
No por turbio, sino por auténtico.
¿Quieres el plan perfecto?
Llévate bocata, algo caliente en el termo, y siéntate a mirar.
Sí, solo mirar. A veces eso basta.




3. Calatañazor: El pueblo donde el tiempo se quedó a vivir.
No sabemos si Almanzor perdió aquí su tambor, pero lo que sí está claro es que Calatañazor tiene ese algo que hace que no quieras irte.
Casas de piedra, tejados que crujen cuando hace viento, calles empedradas que te hacen caminar más despacio…
Aquí todo parece en pausa.
Y eso, en un mundo que va a 200 por hora, es un lujo.
Sube al castillo. Aunque solo quedan restos, las vistas te hacen entender por qué lo pusieron ahí arriba.
El sabinar que se extiende a los pies del pueblo es una rareza botánica, pero también una excusa perfecta para pasear entre árboles milenarios o… verlos desde arriba en globo.




4. La Fuentona de Muriel: Naturaleza con truco (del bueno).
¿Agua del mar en medio de la montaña?
Sí, existe. Y está en Soria.
La Fuentona parece uno de esos rincones que alguien encontró por casualidad y decidió no contárselo a nadie. Pero nosotras somos de compartir, así que allá vamos.
El camino hasta llegar es suave, sencillo y rodeado de pinos que huelen a escapada de las buenas. No necesitas ser un pro del senderismo, ni llevar bastones, ni GPS. Solo ganas de andar y dejar el móvil en silencio.
Y cuando llegas, zas: un remolino turquesa, rodeado de rocas, en el que el agua aparece de las entrañas de la tierra.
Literalmente.
Porque debajo hay un complejo sistema de cuevas en la que algunos buceadores se han metido.
Nosotras no.
Lo más profundo que llegamos fue a rebañar el tupper del picnic.
Es uno de esos lugares donde el silencio te abruma.
Y si te fijas bien, verás que no hace falta que pase nada para que te acuerdes siempre.




5. Bajo uno de los cielos más espectaculares de España:
Si nunca has visto Saturno como una pegatina en 2D flotando en el espacio, ya estás tardando.
Porque sí, en Soria se ve.
Y no con apps ni simuladores, sino con telescopios de verdad, de esos que parecen sacados de la NASA y que vienen con monitor detrás que te dice: “Ahí está Júpiter, míralo bien”.
La provincia tiene zonas certificadas como Destino Turístico Starlight, lo que significa que el cielo no solo está limpio, está impecable.
Ni contaminación lumínica, ni edificios molestando, ni aviones cruzando cada dos minutos.
Solo tú, el firmamento… y ese silencio tan raro como necesario.
Nosotras lo vivimos en Astromuriel. Unas jornadas de observación organizadas por el Ayuntamiento de Muriel Viejo, la Diputación de Soria, el Hotel El Cielo de Muriel (del que ya te hemos hablado en otros post) y otras entidades.
Una observación nocturna en la que vimos estrellas, planetas y galaxias con nombre propio. Y también hicimos una solar, que eso ya es nivel pro: mirar al Sol sin quedarte «ojos pichirri» , con filtros y explicaciones que te hacen sentir astronauta por un rato.
Si quieres una experiencia que te quite el hipo sin moverte del suelo, esta es.
Y cuando veas los anillos de Saturno por primera vez, hablamos.




¿Y si este año lo que toca es Soria?:
No tiene playa.
No sale en los rankings de lo más viral.
No te va a servir para posturear en bikini en diciembre.
Pero tiene algo que muchos destinos han perdido: Verdad.
Naturaleza que no hace ruido, pueblos que te invitan a caminar más lento, y un cielo que no necesita filtros para dejarte con la boca abierta.
Soria no grita, susurra.
Y si sabes escucharla, puede ser uno de esos viajes que no se te olvidan nunca.
Así que si este verano quieres salirte del mapa, haznos caso y marca Soria en tu ruta.
Aquí no hay colas, pero sí razones de sobra para volver.
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