Buscar un sitio para comer cuando estás fuera de tu país puede ser una tarea complicada.

Que si la gastronomía de la zona no es lo tuyo, que si el precio es caro, que si los horarios de cocina son incomprensibles…

Todos los que hemos viajado fuera nos hemos encontrado con estas dificultades pero… ¿Y el entorno?. Con entorno nos referimos al lugar donde está puesta la mesa en la que te vas a sentar.

¿Te suena raro? A nosotras también hasta que recibimos el ataque de la castaña.

El Ataque de la Castaña

En uno de los viajes con nuestros padres a Polonia, visitamos la ciudad de Gdansk.

Cuando ya le habíamos dado la primera vuelta y viendo que ya se acercaba la hora de comer decidimos empezar a buscar un sitio para sentarnos.

Andábamos por la zona portuaria, cerca de la famosa Grúa de Gdansk así que continuamos por esa calle que estaba muy animada.

Efectivamente, unos metros más adelante vimos un restaurante con terraza.

Y aquí ya es donde se nos empieza a notar que somos españoles. Vemos una terraza, ahí que vamos, y el tiempo en Polonia en septiembre no es el mismo que en España, pero bueno nos plantamos debajo de un castaño bien grande para que nos diera la sombra no sea que nos fuéramos a coger una insolación.

Pues nada, cogimos la carta y… ¡¡chicaaaa, chiicaaaa!! que parece que la cosa iba a estar bien. Así que, pedimos.

Nos traen la bebida, los principales… y allí que estábamos tan agustito.

Como la comida nos había gustado bastante, decidimos pedir postre y mis padres un café.

En ese momento comenzamos a notar la llegada de unas nubes «peligrosas» y un airecillo bastante…. fresco, vamos a llamarle.

Llega el postre.

No recordamos exactamente ni lo que era, sólo que llevaba nata. Y que nuestro padre decidió que quería probarlo, así que, le pasamos el plato.

¿Te acuerdas del castaño del que te habíamos hablado antes? Pues decidió tirarnos una castaña. ¿Un mensaje de amor?

¿Quién sabe? El caso es que la castaña aterrizo en la nata y la nata en el jersey de mi padre… ¡¡jajajajajaaja!! Era en plan fiesta de la espuma pero con nata.

Una maravilla.

La pena es que no tenemos foto del momento. Esta anécdota es de hace bastante tiempo y entonces lo de subir las fotos a las RRSS no se llevaba. Además, sinceramente, tampoco hubiéramos podido subir ninguna foto porque no podíamos parar de la risa.

Moraleja: Si en la terraza de un restaurante quieres comer, un castaño no debe de haber.

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