Plasencia es uno de esos sitios que no sale en los rankings de “ciudades más visitadas de España”… y mejor que siga así.
Porque lo que vas a encontrar aquí no es un decorado para selfies, ni un destino adaptado a las modas, ni un casco antiguo lavado con el mismo filtro que ya hemos visto mil veces.
Aquí hay piedra con historia, vino con cuerpo y gente que no tiene prisa.
Y eso, para nosotras, es un lujo.
Así que si estás buscando una escapada distinta por el norte de Extremadura, con ese sabor a tierra y a ciudad vivida, quédate, que te contamos lo mejor que ver en Plasencia y cómo exprimirla con calma, sin prisa… como se disfruta aquí.

Paseo por Plasencia: Lo que hay que ver (y lo que hay que vivir).
La Plaza Mayor: ruido de vida y de historia.
Llegamos a Plasencia y nos fuimos directas a la Plaza Mayor. Porque si quieres entender una ciudad, tienes que empezar por donde se cuece todo: cafés de los de siempre, tiendas de las de toda la vida y un reloj que sigue marcando la hora con el “Abuelo Mayorga”, ese personaje tan suyo que, si te pilla justo a las doce, se asoma a saludar.
Nosotras tuvimos la suerte de pillarla con mercado (los martes) y ahí se mezclan señoras con carrito, mochileros buscando sombra y vecinos saludándose como si llevaran toda la vida haciéndolo… porque probablemente sea así.
La plaza es amplia, animada y con vistas a la torre del Ayuntamiento que tiene más historia que muchas guías.



Las Catedrales: sí, en plural.
Una de las cosas más flipantes de Plasencia es que no tiene una catedral… tiene dos.
La Vieja, con su claustro románico que parece detenido en el tiempo, y la Nueva, que empezó a construirse encima cuando la primera se les quedó pequeña. Spoiler: no la terminaron.
Pero el conjunto que forman es brutal, y el contraste entre estilos (románico, gótico, renacimiento…) es como ver un resumen de la historia del arte a golpe de piedra.
Nosotras entramos sin esperar nada y salimos con más de una foto que parece sacada de un plató de película medieval. Y si te gusta el arte, prepárate, porque dentro hay tapices, esculturas, y hasta un retablo que merece parada larga.





La Judería: huellas que sí se notan.
Muchas veces ves que un mapa turístico marca “barrio judío” y luego… pues eso, ni rastro.
Pero aquí no.
Aquí las calles tienen historia, placas con nombres sefardíes, restos de casas y hasta una sinagoga reconvertida que te hace pensar en cómo era todo aquello hace siglos.
Recorrer la judería de Plasencia es pasear en silencio (porque las callejuelas lo piden) y sentir que estás pasando por un sitio que vivió muchas vidas.
Nosotras salimos con la sensación de haber descubierto un rincón de verdad. De los que no salen en reels, pero se te quedan dentro.



Las murallas: pasear entre torreones sin agobios.
Una de las cosas que más nos gustó de Plasencia es que puedes pasear por las murallas como si nada. Sin colas, sin grupos de 30 personas con pinganillo, sin empujones.
Y eso, en estos tiempos, vale oro.
Subimos por una de las puertas más conocidas, la Puerta del Sol, y desde allí recorrimos parte del trazado amurallado. Ver la ciudad desde arriba, con sus tejados, sus campanas y su río al fondo, te hace sentir dentro de algo mucho más grande que tú.
Y si eres fan de los atardeceres, apunta este sitio porque la luz desde ahí arriba… tela.





El Acueducto de San Antón: el que se lleva todas las fotos (merecidamente).
A ver, hay acueductos… y luego está este.
El de San Antón no es el de Segovia, pero tampoco lo intenta. Está integrado en el paisaje urbano de una forma tan natural que parece que la ciudad se construyó alrededor suyo con todo el respeto del mundo.
Y eso se nota.
Está al norte de la ciudad, en una zona más tranquila, y lo mejor es que puedes pasear por debajo sin cruzarte con nadie. Paz y piedra centenaria: mezcla ganadora.




Parque de los Pinos: donde el ritmo baja.
Después de tanto monumento, nos apetecía un poco de naturaleza urbana, y nos recomendaron este parque. Lo típico que dices: “Bueno, será un parque más”, pero no.
Tiene pavos reales (sí, en plural), zonas sombreadas y un pequeño estanque que hace de banda sonora relajante. .
Nos sentamos a tomar aire, vimos a un abuelo dar de comer a las palomas como si estuviera en un ritual sagrado y nos quedamos como veinte minutos en modo off. A veces no hace falta más para recordar que estás de viaje.




Dónde comer (sin florituras, pero con sabor):
Aquí va el secreto: en Plasencia se come bien casi en cualquier sitio, porque aún no han convertido la gastronomía en un show de Instagram.
Tienes que probar el zorongollo (esa ensalada de pimientos asados que merece canción), el cabrito o el cochinillo al horno, unas buenas migas y por supuesto el jamón ibérico.




Planes cerca de Plasencia (si tienes tiempo extra):
Si estás más de un día, te dejamos ideas para alargar la ruta y seguir respirando norte de Extremadura con gusto:
- Cáparra: yacimiento romano con su arco de cuatro vanos en mitad del campo. Brutal y poco conocido.
- Granadilla: pueblo deshabitado, amurallado y precioso. De los sitios que parecen de cuento, pero con historia real.
- Monfragüe: si te gusta el senderismo y ver buitres en pleno vuelo, es tu lugar. Naturaleza pura.





¿Vale la pena escaparse a Plasencia?:
Si te gustan los destinos con historia, sin prisas y con comida de 10, la respuesta es sí.
Plasencia no necesita eslóganes.
Te recibe con murallas, plazas vivas, piedra con historia y esos atardeceres que te hacen pensar: «Oye, y si me quedo un día más…»
Y si viajas fuera de temporada, como hicimos nosotras, lo vas a disfrutar todavía más.
Si te ha gustado este plan… en nuestra No Newsletter contamos muchas de estas rutas fuera del radar.
Sin postureo.
Con anécdotas de verdad y tips que no damos en ningún otro sitio.
Datos Básicos:
- Mapa interactivo: Aquí tienes un mapa para ver alojamientos disponibles en Plasencia y alrededores. Lo bueno: se actualiza en tiempo real y puedes reservar directamente desde ahí.
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